28 de febrero de 2008

¿Sexo?


Tengo que confesarlo, llevo más de dos meses de abstinencia sexual.
Creía que estas cosas solo le pasaban a los condenados a muerte y a los muertos propiamente dichos (ni hablar del clero) pero debo reconocer que ahora mismo estoy en ayunas.
Aunque quisiera que la culpa fuera de los demás, la realidad es que el único responsable de esta travesía en el yermo e inacabable desierto es un servidor.
Ocasiones han habido, más o menos atractivas, imaginativas y monótonas, duraderas y centelleantes, románticas y rudas, de todo tipo y color pero nada, que me he quedado clavado en un agujero negro (solo pienso en lo mismo) del cual no soy capaz de salir.
Todo empezó con mi empeño en sentirme deseado. Hace siglos que no detecto la más mínima mirada libidinosa por parte del sexo contrario (¡es que ni del mismo!) y de mi amada esposa menos aún. Soy consciente que no tengo el cuerpo de Brad, la mirada de George o la pinta de aquítepilloaquítemato de nuestro oscarizado Javier pero ¡caramba!, en algún momento podría haber captado un sencillo gesto aunque fuera de parte de mi suegra (perdón, perdón, no quería) pero más bien al contrario, cuando me ha parecido que detectaba el más mínimo movimiento de unas largas pestañas, una micro sonrisa en la comisura de desconocidos aunque jugosos labios o un mínimo coqueteo de una risueña mozuela han acabado siendo tics nerviosos, muecas de dolor o que el destinatario no era yo sino el personajillo que estaba a mi vera (debido sobre todo a mis torpes dioptrías).
En definitiva, entre que mi querida cónyuge, a la que amo y deseo como el primer día que el destino me puso en su camino (¿o fué al revés? ¡Bah! que mas dá), pasa últimamente de mi cortocircuitado cerebro y que cuando se apiada de mis furiosas feromonas, yo me hago el quitaquitanotenecesitoparanada, tengo más hambre que un adolescente en jueves y más mala leche que la brunete mediática. Lo siento, tengo que ir al baño.

26 de febrero de 2008

El debate electoral


Tiene narices que el primer debate electoral televisado en muchos años entre los dos posibles presidentes del futuro gobierno español solo provoque en mi…una inmensa somnolencia.
Me hubiera gustado haber estado muy atento a los argumentos de uno y a su cumplida réplica por parte del otro. Hubiera sido fantástico que, después de finalizar el debate, un servidor tuviera más o menos confirmada la decisión del voto, cualquiera que fuera el color de éste. Habría tomado mi café nocturno (posible causante de mi insomnio) con la conciencia tranquila de ser un respetable ciudadano con criterio de estado, pensando sobre todas las cosas, en el bien común. Me habría ido a la cama con el placer del trabajo bien hecho y mañana, mañana seguro que será otro día.
¡¡¡ Me he quedado frito!!! Yo, que no duermo más de cuatro o cinco horas diarias, que no me meto en la cama antes de las dos de la madrugada, que escucho todos los programas radiofónicos del día en la noche.
No quiero culpar a estos dos candidatos (que no los únicos, no lo olvidemos) de este terrible desliz, pero confieso que no deseo ser extrapolado en ninguna encuesta pre-electoral de empresa de investigación sociológica alguna, quiero que me excluyan de sus propuestas electorales para estos comicios (y para los cincuenta próximos) y espero que dediquen a los electores de este país todo el tiempo que emplean en “inventar” espectaculares triquiñuelas para cobrar infinitos e imaginativos impuestos, multas, sanciones, cánones…
Solo así tendrán alguna posibilidad de no dejarme sedado delante del televisor en los futuros debates electorales y volver a redimirme como votante y como insomne.

24 de febrero de 2008

Mis primeras palabras en la red


Estas son mis primeras palabras en la red.
Después de un largo tiempo dejándome la vista en una mesa de ping-pong virtual o (básicamente los fines de semana) jugándome montones y montones de dinero monopolyzados con jugadores no humanos en el verde tapiz de una timba de póquer, he decidido dejar de perder miserablemente mis días (o mis noches de insomnio) para ponerme a escribir todo lo que se me ocurra y, posteriormente, colgarlo en la blogosfera.
Juro que lo alumbro sin ningún tipo de pretensión, o quizá si, el de terapia particular que, como saben casi todos los que me rodean, me viene haciendo falta desde hace unos meses. Como vomite a mi gente todo lo que llevo dentro, puede que acabe viviendo debajo de un puente y la verdad, no tengo la espalda para trincheras. Así que ¡hala!, al que se le ocurra leerme que se ponga inmediatamente el chubasquero, por si arrecia la tormenta, dicho con la mejor de mis intenciones, claro está.
Conocí el blogworld a través de uno de ellos, maravilloso por cierto, que me ha abierto las puertas a un mundo variopinto, con infinidad de secretos, confesiones y experiencias. ¿Sabéis también que he denotado en todos ellos?, mucha soledad, así es, gente que encuentra en el teclado de su ordenador la mejor de las compañías, como yo en este instante.
No descubriré aún su dirección porque sería como si colgara todas las joyas de la familia en el tendedero de este patio intergaláctico pero, todo se andará, quien sabe con el tiempo.
Y como no podía ser de otro modo, para bautizar a la criatura, he buscado a su padrino, mi unilateral amigo Manolo, filósofo, periodista, escritor, culé y (si me permites), bon vivant.
Espero que su recuerdo anime a mis holgazanas neuronas y las ponga a trabajar de una puñetera vez, que ya siendo hora, narices.
O como está escrito, que La Rosa de Alejandría constituya un viaje lleno de atractivos por el mundo de las pasiones que anidan en el fondo de cada persona.
A partir de ahora, me pongo conmigo mismo.
¡Con tu permiso, Manolo!