27 de marzo de 2008

Tomar decisiones

¡¡Estoy que me salgo!!
¡¡Solo me apetece estar solo!!
A pesar que quiero a mis hijos con locura, que me lo paso bien cuando estamos juntos, que me gusta observar a mi amada esposa, que la siento muy, muy adentro, que tengo pocos amigos pero los que tengo me lo admiten casi todo a pesar de lo raro que soy, que mi entorno laboral, sino todos, unos cuantos de ellos me respetan y les devuelvo de corazón ese respeto, en definitiva, a pesar de todo ello, solo me apetece estar solo.
Por si me quedara alguna duda, la prueba del nueve:
- Casi todos los días como solo, bueno solo, como con mi último libro El mito de Bourne de R. Ludlum , espías y mercenarios en el extremo Oriente bajo el yugo del imperialismo yanqui.
- En vez de dejarme acompañar en coche hasta la puerta de mi casa por una de mis mejores amigas, prefiero caminar tropecientos metros hasta coger un autobús que tardará, como menos, tres largos cuartos de hora en llegar a destino. De nuevo el bueno de Ludlum.
- Cuando estoy de lleno en una celebración, festejo, ceremonia, sobremesa, reunión o cualquiera de los sinónimos que se pudiera imaginar sobre estar con gente, lo único que me apetece es salir por patas y no parar hasta México.
- Como creo que ya he dicho en algún momento, mi happy hour empieza sobre el cambio de día y podría llegar sin esfuerzo hasta el alba. No, no vivo en Transilvania.
Dicho todo lo anterior, solo me queda trabajar duro para encontrar de nuevo el camino de las buenas relaciones sociales, solo en mi mano está encontrar el placer de una buena compañía, sea de adultos (o adultas) o con mis peques, solo depende de mí que la cosa cambie o siga como hasta ahora.
Para empezar, me voy a la Feria de Abril a Sevilla y desde allí, solo ante una copita de manzanilla y un suculento platillo de jabugo, acabaré de tomar una decisión al respecto.

13 de marzo de 2008

El tiempo embellece los recuerdos


Acabo de leer esta frase en el periódico de ayer.
Tienes toda la razón, amigo Juan, el tiempo embellece todos los recuedos.
Hace poco he pensado en ello precisamente. Debido a las sorpresas que mi cuerpo me depara de tanto en tanto (¡¡que detallista que es!!) he realizado un montón de retrospecciones vitales hasta lo más hondo de mi infancia y en una de ellas me topé con Cecilia (nombre ficticio), una compañera de primaria a la que amé con infantil locura. Cabello rubio, ojos azules, los mejores vaqueros en un cuerpo femenino en mil millas a la redonda, la dulzura angelical en una carita de porcelana. En clase me las ingeniaba para sentarme en el sitio justo, bien donde nuestras miradas se cruzaban, bien donde ella tuviera que sentarse; me desvivía por echarle una mano con las tareas, básicamente las mates, me sentía henchido de felicidad si lo conseguía; llegué a hacer auténticas locuras para estar cerca de ella. Incluso en la calle, pasaba día tras día por el mismo sitio, a la misma hora, sabía que ella siempre estaba allí, con su mínima y dulce sonrisa dedicada.
Incluso tuve la ocasión de ir un par de veces al cine con ella, siempre en sábado (¡¡qué sábados!!), no solos, por supuesto (era pecado mortal). La cabeza me daba vueltas, no podía haber en el mundo nadie más feliz, tenerla justo al lado, sintiendo su respiración, embriagándome con su olor, perdiendo el paralelismo de mis ojos por culpa de las miradas de reojo (que dolor, por Dios).
¿Os podéis creer que jamás le dije nada acerca de mis sentimientos? Nada de nada, ni una palabra, ni una caricia y mucho menos un beso. ¿Se puede ser más estúpido? Creo que allí perdí una gran oportunidad de ser feliz, de ver mis adolescétincos sueños cumplidos, de empezar a perder el miedo a decir lo que siento en cada momento, sin temor a la respuesta del que está enfrente, algún día quizá lo consiga.
Seguramente un día podría verla, tendrá marido, hijos, perro, serán felices (o quizá no, yo que se). Me gustaría acercarme para pagarle lo que debo, lo mucho que sentí y lo que nada le dije. Sería un placer para mí explicarle que sentí un montón de cosas por ella y que no tuve narices. Podría hablarle de un millón de cosas pero no lo haré, ya es tarde para chiquilladas, lo pasado, pasado está y enterrado. Escribo aquí estas pocas palabras y me llevó para siempre los restos de sentimientos. Tienes toda la razón, Juan, el tiempo embellece todos los recuerdos.

7 de marzo de 2008

Nobody home

Parece que estoy solo, todos duermen ya. Es seguro que sueñan, dulcemente respiran y dejan una maravillosa sensación de paz. Me gusta este momento donde parece que el dia no quiere irse a dormir y las horas se estiran como si fueran a romperse.
Poco a poco la mente se relaja, los avatares del día dejan paso a la tranquilidad de las horas nocturnas y los sentidos descansan lejos de la tensa rutina en la que los tenemos inmersos.
Aparecen como por arte de magia infinitos sonidos que se habían escondido tras el fulgor del alba y esperan pacientes a que dormiten los habitantes de esta loca ciudad para volver a la vida. Ventanas que dilatan, maderas que quiebran, objetos inertes que cobran vida tocados por la gracia del Dios Ruido.
El llanto de un bebé es absorbido de inmediato por el intenso silencio en que se ha encerrado la noche; el sonido de la puerta metálica del ascensor desciende junto al ingenio metálico hasta desaparecer por completo en su particular infierno; el líquido goteo de un estropeado inodoro acompaña por momentos los rítmicos latidos del corazón de un destartalado reloj hasta que el lento suspirar de mi hijo me devuelve a la dulce rutina.
Más tarde, el sueño me envuelve lento en una danza embriagadora, suave, tranquila, seductora...parece que estoy solo, todos duermen ya.
Y al final, silencios, solo silencios, como si nadie estuviera en casa.

1 de marzo de 2008

Lascia Ch'io Pianga


Aunque soy un neófito en la ópera, reconozco que me emociona. Me gustaría saber explicar realmente todas las sensaciones y vivencias que siento cuando escucho la bonita voz de la soprano, la armoniosa orquesta o las infinitas cuerdas vocales del coro que me retrotraen en el tiempo hasta los parajes más maravillosos e insólitos, a tiempos convulsos en escenarios soñados.
Cada vez que acudo a una nueva representación me sorprendo de la cantidad de cosas distintas que observo a la par que me convencen del gran acierto que tuve el día que decidí dejarme llevar por mi intuición al acudir a la representación de Giulo Cesare (1724) del compositor alemán Georg Friedrich Händel (1685-1759).
De éste compositor, del que me considero un enamorado de su obra, escuché ayer mismo Lascia ch’io pianga, su famosa aria de Almirena (Acto II, esc. 2ª) de su obra Rinaldo (1711) interpretada por la soprano norteamericana Lisa Saffer y dirigida magistralmente por el director canadiense Bernard Labadie. Sencillamente emocionante… aún me duelen las palmas de las manos de tanto aplaudir. He encontrado en la red esta representación de Philippe Jaroussky que nos puede situar en atmósfera.

Lascia ch'io pianga mia cruda sorte,
E che sospiri la libertà!
E che sospiri, e che sospiri la libertà!
Lascia ch'io pianga mia cruda sorte,
E che sospiri la libertà!
Il duolo infranga queste ritorte
De' miei martiri, sol per pietà
Lascia ch'io pianga mia cruda sorte,
E che sospiri la libertà!
E che sospiri, e che sospiri la libertà!
Lascia ch'io pianga mia cruda sorte,
E che sospiri la libertà!

Debo añadir que en la época de Händel, los papeles de Rinaldo, Eustazio, Argante y el Mago en esta obra fueron cantados por castrati (cantantes a los que se castraba de niños para poder conservar su voz privilegiada) pero también por mujeres.
Escucharla y emocionarme es todo uno.